lunes, 13 de mayo de 2013

La Sevilla de las Capillas abiertas



Las capillas abiertas o también utilizando el término hispanoamericano de “Capillas Posas”, constituyen un hermanamiento litúrgico en las dos orillas del atlántico. Las Capillas Posas en México eran un recurso muy utilizado dentro de la iglesia con el fin de poder evangelizar cuanto mayor número de personas a la vez, para lo que se crean en el exterior de las iglesias unas capillas para que esas grandes masas de indígenas pudieran seguir la liturgia desde el atrio, así enlazaban con la tradición indígena del culto al aire libre.
capilla posa de Huejotzingo. Mejico.


En Sevilla gracias al intercambio cultural con Hispanoamérica desde el siglo XVI se van a ver reflejadas una serie de elementos similares entre las dos culturas, con lo que comienzan a verse estas capillas posas en fechas extraordinarias para celebrar grandes acontecimientos litúrgicos con el fin albergar esas masas de fieles que por motivo de espacio no podían acceder al interior del templo y para ello se crean estos altares o capillas abiertas en las fachadas de los templos, tanto estables como provisionales.
Un gran ejemplo de estos altares a extramuros de las iglesias son los levantados con la celebración del Santísimo Sacramento, fiesta de carácter anual donde todo es un ritual alrededor de la vida, la muerte, la regeneración de la vida y unido a la naturaleza y sus ciclos donde se integran las costumbres populares en la historia de la Salvación.




En Sevilla las primeras reseñas escritas de la celebración de la fiesta del Corpus Christi se remontan a mediados del siglo XVI, llegando a su esplendor en el siglo XVII  donde la ciudad se transformaba en   un altar efímero, se limpiaban y se toldaban calles y plazas, se sacraliza el espacio urbano convirtiéndose en un gran templo, con altares provisionales revestidos con ricos telares, elementos de orfebrería y figuras, se visten los balcones con mantones de manilas, colchas, tapices..., el pavimento era alfombrado con romero, se colgaban obras de arte religiosas con escenas del Antiguo y Nuevo Testamento, dodnde no falta la figura del Niño Jesús entre espigas de trigo junto a racimos de uvas.
También se realizaran invenciones donde se representaran escenas teatrales con mecanismos científicos que ponían al servicio de la Fé. Todos los gastos generados eran sufragados por los dos cabildos civil y eclesiástico: exceptuando los altares que eran levantados por los diferentes gremios de artesanos o los vecinos de la ciudad.
 Blanco White describe en su libro"Cartas de España" toda la pompa y ceremonia que Sevilla celebraba en este dia: "Abría laprocesión el aguacil con la vara y ,la cabeza, marchaban los tres elementos paganos: los cabezudos, los gigantes y la tarasca, que era una especie de monstruo, de serpiente con siete cabezas que abría sus fauces ante el griterío de los chiquillos. Estos tres elementos postizos  fueron suprimidos a fines del siglo XVIII. En un segundo grupo, marchaban en la procesión todos los representantes de todas las hermandades, on sus estandartes, imágines y pasos alusivos a temas sagrados. En un tercer grupo, los representantes de las órdenes religiosas con convento en la ciudad. En un cuarto grupo desfilaban las veinticinco cruces parroquiales seguidas de la cruz de la Catedral más clérigos, provisor y otros eclesiásticos, con las reliquias y joyas catedralicias. Detrás marchaban los beneficiados de la Catedral, el arzobispo y otras autoridades junto a la Custodia. Al final, cerraban la procesión los representantes del Tribunal de la Inquisición y el Cabildo de la ciudad ( Es de suponer que toda Sevilla en ese momento estaba en la calle).


Otro lugar convertido en Capilla Posas era la Giralda, cada vez que ciudad se veía bajo alguna catástrofe como plagas, inundaciones, sequías o terremotos, por lo que la ciudadanía necesitaba del cobijo divino. Para ello, el Cabildo Catedralicio subía en procesión la reliquia del Lignun Crucis al cuerpo de campanas para desde allí realizar amansar al pueblo necesitado de fé. Don francisco de Borja Palomo relata en su Historia crítica de las riadas o grandes avenidas del Guadalquivir (Sevilla 1978), como el Cabildo y el pueblo reaccionaron ante el mal de las inundaciones sobre la ciudad de Sevilla en 1684. “Después de subir a la Giralda, levantó el preste la reliquia del santo madero en las esquinas de la Torre rindiéndole adoración ferviente desde las 4 Gradas, Plazas y azoteas de las casas numeroso pueblo, ya percibido del religioso y edificante acto que iba a verificarse en el templo Catedral para implorar la divina clemencia, por el prolongado toque de sus campanas a plegaria y rogativa”.


En esta obra de Miguel de Esquivel donde representa a las Santas Justa y Rufina sosteniendo a la Giralda y datada hacia 1615-20. Si nos fijamos en la zona inferior del lienzo podemos ver unas pinturas murales (hoy desaparecidas) de los Santos sevillanos Isidoro y Leandro y de las patronas Santas Justa Y Rufina realizadas por Luis de Vargas entre 1565-67, tales obras constituían un gran retablo callejero. Bajo el balcón  y sobre la firma del pintor vemos representado el martirio de San Hermenegildo.